domingo, 14 de diciembre de 2014

Debería dejar de soñar despierto.

Deberías dejar de estar en las nubes, que siempre pasa lo mismo.
Parece que no te enteras de que al final siempre despeja el día. Las nubes desaparecen y te das cuenta de lo alto que te encuentras a la vez que coges consciencia del guarrazo que te vas a pegar.

Y caes, por supuesto que caes.
Quizá el tiempo de caída sea peor que el golpe en sí. Con esa presión en el pecho que apenas te deja respirar, el corazón acelerado y la cabeza saturada con un sólo pensamiento.

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Y a fin de cuentas no soy más que un barco pirata podrido intentando llegar a buen puerto antes de hundirme arrastrando conmigo a mis queridos compañeros, los que siempre han estado conmigo, los que soportaron rayos y vendavales e incluso intentaron repararme en la medida de lo posible. Y por supuesto, intentando salvar el tesoro que protejo en mi corazón.