domingo, 17 de octubre de 2010

Diario de un Drogadicto

    Harto. Harto de mí mismo, de mis hábitos... de repetir cada noche la misma estupidez y llorar hasta quedarme sin lágrimas a la mañana siguiente. ¿Qué pasó? ¿Cuál fue el error?

    No se para qué me lo pregunto, lo sé de sobra... pero mientras por la mañana digo que lo voy a dejar, que ya no más, que esta sería la última vez... al anochecer mi propio cuerpo me obliga a salir de casa e ir hasta la esquina dónde el mismo chaval con chándal y con capucha parece que me está esperando, mirando hacia mi puerta... la conversación es breve... Tan sólo me pregunta“¿Lo de siempre?” y yo, recomiéndome por dentro, intentando luchar contra mi mismo en una batalla ya de ante mano perdida... tan sólo asiento con la cabeza. El chico se saca la mano del bolsillo de la sudadera del chándal sujetando una bolsita con un fino polvo blanco, yo saco la cartera, le pago y rápidamente escondo dicha bolsa en mi bolsillo derecho.

    Después, sigo con la rutina, vago por las calles hasta llegar al mismo bar de siempre, me pido una cerveza, que sin darme cuenta se convierte en dos... tres... Bebo para luchar contra mí mismo... mientras me mantenga aquí con la cerveza en la mano, observando como una chica corteja a un adolescente que, sin saber que realmente es una prostituta, le sigue el juego... observando al anciano que tartamudea a mi lado, pensando que en unos años yo mismo podría ser como él... observando estas cosas me mantengo alejado de las ansias por liarme un billete y meterme un par de rayas ahí mismo, sin importarme quién me vea...

    Resulta increíble, pero este método funciona, poco a poco voy compadeciéndome a mi mismo y se me va olvidando la bolsita de mi bolsillo... hasta que llega lo irremediable después de beber sin parar... necesito ir al servicio y mientras estoy metido en el cubículo del WC parece que una vocecilla me llama... una voz procedente de mi propio pantalón, una voz que cada vez se va haciendo más y más fuerte hasta que me duele la cabeza y no tengo más remedio que acallarla. Mientras me meto la mano en el bolsillo, parece que la maldita voz va apagándose dejando en mí tan sólo ansía por acabar con todo.

    Colocado, sigo bebiendo. Ya dejando a un lado las cervezas paso al Whisky doble con hielo. Y cuando ya estoy lo bastante mareado como para no acordarme del camino de vuelta a casa, salgo del bar y vuelvo al vagar por las calles... Cada mañana deseo no encontrar el camino, pero, maldita sea, no sé cómo, pero siempre consigo encontrarlo.
    Una vez en la puerta, llega el repiqueteo de las llaves que nunca quieren abrir, se temen lo que pasará después... Al entrar, ella se hace la dormida en el dormitorio, arropada en la cama, pero tan sólo simula estarlo, no puede dormir, no sabiendo que cuando la puerta se abra, volverá a repetirse la misma mierda... lo mismo que se repite todas las noches; la puerta se abre y entra un demonio... un demonio que profiere gritos e insultos hacia la persona a la que juró amor eterno hace tan sólo dos años, y como tal bestia entra en el dormitorio, en el que su mujer, preciosa a pesar de los moratones y el labio hinchado, no puede contener las lágrimas ante aquello, y al entrar, vuelve a marcarla a golpes para terminar cayendo en redondo en la cama, dejándola a ella la noche en vela llorando... hasta el amanecer, cuando yo, la bestia, el demonio, el mismo cabrón que no se merece al ángel que tengo en casa... me despierto y lloro, relevando a la mujer a la que sólo amo desde el amanecer hasta el anochecer.