miércoles, 22 de septiembre de 2010

Como un niño ante una puerta con mirilla.

    Y por fin, llegó el momento que ansiaba... La siguiente entrada que os disponeis a leer es la última publicación en el blog de Tuenti, lo cual significa que es la última vez que hago un copia y pega, la última vez que nombro a la dichosa red social, que me van a terminar denunciando por derechos de autor y la última vez que leeis algo que llevaba ya algún tiempo escrito. A partir de aquí, todo será novedoso, bueno no, todo no; el escritor seguirá siendo el mismo y seguramente rondará los mismos temas, aunque posiblemente haya alguna que otra sorpresa... Sea como fuese, la siguiente es una entrada de la que me siento orgulloso, una entrada que, realmente, no se de dónde salió; una tarde dije, tengo que escribir algo que se titule tal, y así fue, al día siguiente puse el nombre del título, y me puse a escribir lo que, como siempre, me iba dictando una vocecilla en mi cabeza, mezclada con la vocecilla que grita en mi corazón.


    Como un niño ante una puerta con mirilla. Aug 12 at 01:53

        Encerrado, rodeado de cuatro paredes.

    Con algo tan simple como cruzar una puerta para acceder al mundo que desea... pero dichosa la puerta, que tiene un mecanismo que no consigue llegar a entender para abrirla, puede que este cerrada con llave, y ni siquiera sepa dónde la guarda... Se perdería tras meterla en aquel bolsillo del pantalón azul, aquel que ahora, cuando se mete la mano en el bolsillo, atraviesa la tela por el enorme agujero que tiene... o quizás simplemente ronde por alguna esquina de esas cuatro paredes, que es su propia vida, que le atemorizan, le privan de libertad, le obligan a ser lo que es, sin posibilidad a salir al exterior.

    Lo peor llega cuando se da cuenta de que la puertecita que le separa de todo lo que quiere tiene una mirilla, una pequeña abertura por la que puede contemplar todo aquello que hay fuera de su mundo, y que, aunque esta mirilla queda demasiado alta para él... siempre encuentra alguna silla, caja o juguete en el que subirse para poder observar a aquellos niños más agraciados que han conseguido descifrar el mecanismo de la puerta que les separaba de la felicidad. Niños corriendo, jugando, saltando a la comba, riendo en prados verdes, sin peligro alguno, sin tristeza de ningún tipo, sin la oscuridad de aquellas paredes sin ventanas por la que sólo la luz que se desliza por la abertura provocada entre el suelo y la puerta ilumina debilmente el habitáculo permitiendole ver de si mismo, al igual que del resto de las cosas un contorno sombreado... Y aunque sigue sin conseguir desbloquear esa puerta... sigue sin poder evitar mirar por aquella mirilla, con cierto grado de masoquismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario